martes, 11 de junio de 2013

LITERATURA CORROMPIDA


Todavía estoy en estado de suspensión mental; ni dormida ni despierta, pero con el impulso suficiente que provoca una descarga eléctrica sobre el cerebro. Sí, un rayo me ha traspasado y no he podido contener la necesidad de trasladar esa fulgurante espada interior hacia fuera.
Hace un rato, estaba tomando mi tercer café matutino y me he quedado con la taza inclinada en el aire. Aunque no he llegado a derramar el sacro líquido, el efecto de la página de Almudena Grandes -Escalera Interior-, en "El País Semanal" del domingo 2 de junio, ha sido todo un chute anfetamínico en vena.
Hacía ya mucho tiempo que quería escribir sobre este asunto que, de manera similar, pero en otro formato, trata la colaboadora del Semanario.
Almudena Grandes, con extraordinaria mano izquierda, le guiña un ojo a Erasmos de Rotterdam y hace uso de un cebo que a muchos se les clavará en el cielo del paladar... "Elogio de la Literatura".
Bien, nada hace pensar que tras este título de "Elogio" se enconde una "Certera Crítica", pero así es como yo lo interpreto.
No hay más que acercarse a los estantes de las librerías y a las redes sociales. Asistimos, día a día, al nacimiento de "grandes talentos" en el -supuesto- Mundo de las Letras. Todos son genios y se creen poetas o novelistas; pero hay algo peor: se sienten "Artistas". La necesidad agudiza el ingenio, cierto; pero en este caso, la escasez de sentido común y cierto barniz de resplandor carnavalesco sobre un vulgar suelo de corcho,  se confunde con una pisada sobre maderas nobles.
Antes de profundizar en el artículo de Grandes, creo que es necesaria esta reflexión que tanto me trae de cabeza.
Cuando la incultura y la ausencia de sensibilidad creativa campa a sus anchas, estamos asistiendo al parto múltiple e infinito de escritores de medio pelo con ínfulas de sesudos intelectuales que van emborronando el Arte de las Letras a través de las redes sociales. Hay una diferencia evidente entre "Escribir" y "juntar vocablos". Sin embargo, hoy por hoy, parece que nos rodea "un talento globalizado" -casi endémico, diría yo- que trasladan estos "genios convencidos" sobre lo que es y no es el Arte; en suma, el Arte de las letras, la Literatura.
No podemos demonizar tampoco la libertad que nos ofrecen las nuevas tecnologías, porque entre las aguas mohosas se descubren increíbles flores acuáticas que, sin la pluralidad de estos medios, es muy posible que acabasen como "escritores de cajón cerrado". Sí, nos perderíamos auténticas Joyas y, ya seamos buenos o malos, todos tenemos el mismo derecho. Otra cosa es que estemos sujetos a las demandas de un público lector embrutecido y, aun así, los que no creemos en "la literatura de usar y tirar" tenemos que respetar esta determinación, porque como ya dijo Lope en su tiempo "Hay que darle al pueblo, lo que el pueblo pide". Esto, aunque tenga la certificación lopesca de calidad, nos llevaría a un debate del que, francamente, dudo que alcanzásemos algún acuerdo.
Todo esto que he venido exponiendo viene a colación del mentado artículo del que creo de capital importancia extractar los siguientes párrafos:
" [...] Todo el mundo tiene derecho a escribir, a publicar lo que escribe. Desde luego, no faltaría más.Todo el mundo tiene derecho a planear una historia, a contarla con palabras y a decir que ha escrito una novela. Por supuesto que también, nadie puede arrogarse el título de juez supremo que decide qué es una novela y qué no lo es. Pero existe un plano más profundo, una vocación que desafía a las etiquetas y subyace bajo las estrategias de marketing de las editoriales. Una ambición, una pasión, un oficio. La voluntad de mirar el mundo y contarlo desde la propia mirada. La necesidad de formular preguntas sin buscar ni ofrecer respuestas [...]"
Efectivamente no tenemos la potestad suficiente para aleccionar al público lector sobre qué leer y qué no. Asimismo y con mucho menos derecho podemos censurar a aquellos que están dispuestos a escribir para bien o para mal. Pero detengámos un momento en una frase absolutamente reveladora que la conocida novelista dice de soslayo: "Todo el mundo tiene derecho a planear una historia, a contarla con palabras y a decir que ha escrito una novela". Sí, dice que ese sujeto está en su derecho de decir "que ha escrito una novela", pero no le llama "novelista"; por ese motivo, apela a la vocación y al oficio: ese "plano más profundo".
Hay una diferencia entre arte, folklore y las propias modas que dictan las distintas etapas de la Historia y, he aquí, donde el lector avezado -esa "inmensa minoría" a la que se dirigía Juan Ramón- debe separar el grano de la paja y ser capaz de ver los árboles a través del bosque, desde esa maraña humana. Cito: "[...] HABLO DE MIS SEMEJANTES, MIS HERMANOS. [...] No salen en la televisión, no son famosos, no tienen más presencia pública que las fotos de las solapas de sus libros. Pero son los guardianes del tesoro, los depositarios de una herencia ancestral, los héroes de estos tiempos de chichinabo, donde cada día más necios confunden valor y precio. Y encima, tienen que aguantar que tantos famosos de medio pelo, periodistas, estrellas de la televisión, seudoaristócratas y demás apararezcan en los telediarios exhibiendo esos libros que, dicen ellos, son sus novelas [...]"
Una vez más son "esos otros" lo que se erigen en novelistas, en escritores. Curioso... ¿Por qué? En una ocasión, cuando la Fundación Rafael Alberti tuvo la enorme deferencia de invitarme a participar en sus "Jornadas de Poesía Ultimísima", una de las Poetas -detesto eso de "poetisa"- me preguntó si yo también lo era -Poeta-. Siempre me ha parecido un título demasiado serio y que ha de ser otorgado por los demás, porque creo que conlleva una enorme responsabilidad con la que hay que saber cumplir. Y volviendo a la tierra de Alberti, allí en El Puerto de Santa María, le contesté dubitativa a aquella Poeta: "Bueno... Yo sólo escribo".
Quiero concluir con una nueva cita del texto de Almudena Grandes e invitándoles a que se acerquen sin temor a esos "Ilustres Desconocidos":
" [...] No se dejen engañar, escojan la literatura. Atrévense a dejarse seducir por los autores que se juegan la vida en lo que escriben, acepten esta apuesta preciosa, solemne, y no caigan en la trampa de lo que parece igual pero es disntinto [...]"
Existe la Literatura, la Subliteratura -entendida ésta como un estadio más interno de la propia literatura, sin la connotación despectiva del prefijo- y la "infraliteratura", ésa que ensucia el panorama cultural, aborrega a los lectores y que no llega a la categoría de la litera.
Sólo puedo revelar el final de este artículo para que el hechizo de Almudena Grandes surta efecto:
"[...] Ese tejido está ahora en sus manos.
Por favor, no corten los hilos"
Busquen, tiren de hemeroteca y sepan cuál es ese tejido y esos hilos que nunca deben cortarse.
Atentos: No se dejen engañar...
 
"El País Semanal", nº 1.914, Domingo 2 de Junio de 2013, p. 88: Escalera Interior de Almudena Grandes, "Elogio de la Literatura"

Lucía de Fraga.

2 comentarios:

  1. Señorita, la Grandes tiene razón, pero las tendencias son a una "literatura" fácil, demasiado simple para los que estamos convencidos de lo que es arte, pero el arte lo hacen los artistas. A esos que escriben en la superficie sin mojarse el culo los llamaría obreros de la literatura. Yo como bloguero y persona me veo como contador de historias, solo eso, lo demás se lo dejo a quien me lea.
    He dicho. Saludos.

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    Respuestas
    1. Señor Molina:
      Agradezco su comentario y comparto su opinión. Repare en la respuesta de aquella persona que me preguntó "¿También eres Poeta?"...

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